lunes, 26 de julio de 2010

Aventuras para cándidos en ambiente Al Qaediano.

Atractivos muy tentadores, invitan a hacer de buen samaritano para los cafres.

No sabemos si es por el efecto de la telebasura, o si esta moda ya venía de antes, pero son demasiados los iluminados que van a hacer de «Maria Teresa de Calcuta» al tercer mundo. Su negligencia obliga a otros (iluminados, pero de otra forma) a tener que hacer de «Rambo» con finales impredecibles; como hemos visto en repetidas ocasiones y ahora, según el gobierno galo, también con el francés Michel Germaneau.

Por lo que parece, estos oenegeros se creen que van a «La isla de los famosos» o a «Supervivientes», y no caen en la cuenta de que donde ellos van, los salvajes no son los figurantes de un espectáculo televisado, sino que son lo que aparentan. Es decir, gentuza para quienes la vida no vale nada, y por eso responsables de que aquellos países sean una mierda.

El coste de sus operaciones de rescate, independientemente del final que tengan, debería salir de los bolsillos de estos aventureros quienes, curiosamente y según fuentes fiables, en sus cautiverios no llegan a desarrollar el síndrome de Estocolmo porque tan de cerca, los salvajes les dan asco.

martes, 13 de julio de 2010

Triste anécdota moralizante.


Menuda vergüenza pasé ayer en coche. Y eso que no conducía yo. Me vino a recoger un amigo con quien había quedado para ir a la playa, y... Nada más entrar al habitáculo noté algo raro, pero no sabía el qué. Algo que no se ve pero se siente. Durante el trayecto iba conduciendo [él] excesivamente despacio, y no sólo no adelantó a nadie, sino que por su culpa se iba formando caravana [no se llegó a enterar de esto porque no miró ni una sola vez por el retrovisor]. A veces se arrimaba tanto a la derecha que me veía obligado a meter el brazo que siempre llevo colgando por la ventanilla, para no ser arañado por la maleza que protege las cunetas.

—¿Dónde vaaaas, mamón?— Le preguntaba.

Como se ponía nervioso dejé de hablarle durante el trayecto, hasta que llegamos a la playa y empezamos a buscar aparcamiento. —¡Hey, mira a ésa; pítala!— Le decía cada vez que nos cruzábamos con la percha de un bikini. Pero el tío estaba como enfermo, y no se inmutaba; o si lo hacía era porque se le calaba el coche. ¡No pitamos ni una sóla vez! Mientras que a nosotros sí que nos pitaban, pero en plan bronca por lo despacio que íbamos y por ir formando atasco.

Mi estado de ánimo iba cambiando de la confusión al abatimiento, hasta que ocurrió algo terrible que me hizo pasar verdadera vergüenza y me tuve que bajar del coche: la maniobra de aparcar. La fortuna nos había regalado un sitio en el que cabía un autobús; pero en lugar de meter «la cunda» según íbamos, pretendió darle la vuelta para dejarlo aparcado con el morro orientado hacia la salida —así no tengo que maniobrar después— dijo. Curiosamente fue la primera vez que llamó maniobrar a salir marcha atrás de un aparcamiento en batería.

Empezó a girar el volante en direcciones aleatorias, avanzando y retrocediendo, hasta que encajonó el coche entre los 2 que había a los lados, mientras la gente nos miraba.

—¿Qué coño haces, cabrón?— Le pregunté varias veces.

Mi amigo estaba como ido, así que cogí mis bártulos antes de que la cosa fuera a más, y me bajé al arenal disimulando entre los curiosos. Mientras me alejaba de tan patética escena, se podían escuchar chascarrillos como: mujer tenías que ser, ¿te lo aparco yo?, etc..

Cuando nos reencontramos me dijo azoradísimo que le había aparcado el coche «un chico muy atento».

Estaba claro que teníamos que hablar. Me debía una explicación pero no sabía cómo decírselo sin herirle, así que empecé sutilmente a interrogarle. ¿Has desayunado bien hoy? ¿Te han pillado tus padres meneándotela últimamente? ¿Por qué has lavado el coche si estaba igual que siempre? ... Y así hasta que se derrumbó y confesó. Está enganchado a «internet».
—Y ¿qué páginas visitas?
—De vídeos.
—¿Qué videos ves?
—De risa.
—¿De monos jugando al baloncesto?
—Y de mujeres conduciendo.

Moraleja: Reirse de las desgracias ajenas, además de ser de mal gusto puede salirte «rana». Y ahora ¿qué hacemos?

lunes, 5 de julio de 2010

Barack Obama es un muñeco

Sospechando que el emperador negro es una marioneta dirigida por el Club Bilderberg, encontré este «flickr» con fotos de un sarao que confirma esta teoría. Por lo visto, algunos asistentes lo comentaban en corrillos durante el acto; pero nadie alzó la voz, por si acaso la organización decidía retirar el muñeco y se quedaban sin foto.

Al hacerse públicas las imágenes, la falta de realismo del títere quedó en evidencia. Por esta razón los asistentes han reclamado a la organización que se repita el posado, y que le pongan una expresión un poco distinta en cada foto para que nadie se mofe de ellos.