Un indicador de la riqueza de las distintas comunidades es su variedad en los trajes regionales.
En España tenemos la suerte de convivir con los vascos, que son una raza especial. En esa comunidad utilizan un traje regional diferente para las ocasiones importantes.
El primero, es el de la «cosa aldeana». Es el traje para las ocasiones relacionadas con la religiosidad, los estudios, la familia y el ocio, como jugar al frontón o huir cobardemente de unos toros.
Destaca la función reproductora de este uniforme, pues, como sabemos, uno de los hitos del «hecho diferencial» es que para reproducirse, vasquitos y neskitas no necesitan aparearse. Reunido el matrimonio junto a los patriarcas, engalanan su uniforme con cintas de color azul si desean que la cigüeña defeque una niña, o con un lacito rosa, si desean que la deposición sea un niño.
Si la situación personal lo permite, este uniforme se utiliza también de mortaja porque su religión dice que un vasco debe lucirlo también en el cielo —su religión es parecida a la católica pero le han quitado algún mandamiento y los pecados capitales.
El segundo traje regional es el de «faena». Es el que utilizan en su labor cotidiana y con el que son más conocidos en el mundo, debido a la repercusión mediática de su actividad. Salen mucho en la tele, como los gitanos, porque pese a su escasa importancia, hay que tenerles contentos.
El otro es el de «retiro». Con ese uniforme, homenajean a los monjes budistas demostrando un cosmopolitismo que muchos vascófobos cuestionan. Es el uniforme que adoptan cuando dejan de trabajar y deciden recluirse a meditar sobre la vida. No sobre la vida truncada a los demás, sino sobre la vida.
En España tenemos la suerte de convivir con los vascos, que son una raza especial. En esa comunidad utilizan un traje regional diferente para las ocasiones importantes.
El primero, es el de la «cosa aldeana». Es el traje para las ocasiones relacionadas con la religiosidad, los estudios, la familia y el ocio, como jugar al frontón o huir cobardemente de unos toros.
Destaca la función reproductora de este uniforme, pues, como sabemos, uno de los hitos del «hecho diferencial» es que para reproducirse, vasquitos y neskitas no necesitan aparearse. Reunido el matrimonio junto a los patriarcas, engalanan su uniforme con cintas de color azul si desean que la cigüeña defeque una niña, o con un lacito rosa, si desean que la deposición sea un niño.
Si la situación personal lo permite, este uniforme se utiliza también de mortaja porque su religión dice que un vasco debe lucirlo también en el cielo —su religión es parecida a la católica pero le han quitado algún mandamiento y los pecados capitales.
El segundo traje regional es el de «faena». Es el que utilizan en su labor cotidiana y con el que son más conocidos en el mundo, debido a la repercusión mediática de su actividad. Salen mucho en la tele, como los gitanos, porque pese a su escasa importancia, hay que tenerles contentos.
El otro es el de «retiro». Con ese uniforme, homenajean a los monjes budistas demostrando un cosmopolitismo que muchos vascófobos cuestionan. Es el uniforme que adoptan cuando dejan de trabajar y deciden recluirse a meditar sobre la vida. No sobre la vida truncada a los demás, sino sobre la vida.