miércoles, 7 de abril de 2010

Tokio Hotel: unos zangolotinos.

En la esquina inferior izquierda están los efebos. Lo demás son señoritas.

Cada vez que «Espinete y sus 3 novietes» —aka Tokio Hotel— salen de casa para cualquier cosa se arma la «marimorena». Todo se debe a que su aspecto raro despierta tales picorcillos en las futuras ministras de cuota —o futuras profesionales de cualquier cosa también de cuota— que éstas se ven desprovistas del entendimiento y del saber estar, volviéndose como primitivas.

Viendo las fotos que nos regalan los medios sobre esta especie de descerebradas, me ensucio a causa del miedo cuando pienso en que tarde o temprano me toparé con alguna de ellas ejerciendo de —por ejemplo— médica, jueza, albañila, trapecisto, futbolisto, policío, o cualquier otra profesión que pueda pillarme en un caso de vida o muerte.

Lo que me intriga es qué pueden tener en su cabeza los padres de estas monstruas. Me refiero a los padres varones —los que ponen la semillita en la barriga de mamá y la empujan con ... A las madres no las cuento porque no hay nada que hacer con ellas. Ya gritaron en su día con Miguel Bosé o con Ricky Martin, y sus abuelas con los Beatles y Elvis. Según la evolución de la histeria podemos afirmar, con nuestra prudencia habitual, pero sin temor a equivocarnos, que con el paso de las generaciones a la mujer le van gustando cada vez más los hombres de mentirijilla.

¿Hasta dónde están dispuestas a llegar? Seguramente hasta el final.

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