viernes, 30 de octubre de 2009

El amor nos vuelve locos

Ayer me crucé con un amigo y estuvimos charlando animadamente durante un rato. Hacía tiempo que no nos veíamos y tras las socorridas frases de «no has cambiado nada», «tú estás más gordo», etc., nos contamos algunas confidencias. —Las confidencias se intercambian, y como yo nunca tengo nada interesante que contar porque no me pasa nada, guardo siempre alguna historia enlatada en la «recámara» para usarla cuando la necesite.

Me dice que mantiene una relación con una presentadora de la tele a la que ve todos los días desde hace varios meses. Como la chica le importa, se lo ha contado ya a su madre, que por lo visto está preocupada por el asunto.

Al principio me alegré mucho por él, pues es un chico con dificultades para relacionarse con los demás, y al que le dan miedo las chicas desde la mala experiencia que tuvo al introducir los testículos en un preservativo. Encima de que eso no hace falta, se le olvidó quitárselo hasta el día siguiente cuando al mear notó algo raro y tenía «todo aquello» hecho un cromo. Por lo tanto, al hablarme de su relación pensé que había superado sus traumas.

Pero su insistencia hablándome de ella como un orate empezaba a desprender un tufillo a sanatorio. ¡¡Mantienen relaciones sexuales mientras ella sale por la tele!!
—¿Y qué dice ella mientras?— Pregunto.
—Me gusta cuando habla de la crisis.— Responde.
—¿Le dices que te hable de la crisis mientras hacéis el amor?— Pregunto.
—No, no le digo nada porque ella a mí no me oye, que está dentro de la tele.— Responde.
—¿Y cuando os véis en persona te habla de la crisis?— Pregunto.
—...¿Vernos? ¿Tú estás loco? Ella no sabe nada de lo nuestro.— Responde.
—Ah.— Pensé.



2 comentarios:

Pher dijo...

jajajajajajaj si si el amor nos vuelve locos jajajajajajaja, Pero aún te relacionas con pajilleros?

Nacho dijo...

Queridísimo Pher: todos somos hijos de Dios. Todos, por tanto, tenéis el mismo derecho a gozar de mi atención.

Dicho esto, te diré que me relaciono con aquellos que me lo permiten, y al resto me conformo con observarles, mudo, a través del cristal de mi pecera.